miércoles, 24 de marzo de 2010

Inmortalidad


Un hombre esta sentado con la cabeza levemente inclinada a un costado. La habitación donde se encuentra tiene dos puertas, una a la izquierda, otra a la derecha. El hombre está en un sillón, justo en el medio.

Desde la izquierda, una oruga se desliza con esfuerzo a diez centímetros por hora, intentando llegar a la puerta de la derecha. En un ángulo del techo, una araña comienza a tejer su red. La humedad del ambiente inicia el proceso de enmohecer las paredes.

El hombre no ve nada de esto. Su mirada está fija en una única ventana por donde la luna se ve pasar lentamente sobre un cielo oscuro.


El tiempo se detiene y la eternidad se duerme junto al hombre en el sillón.


Sin esperarlo, el techo se cubre de una espesa capa de tela de araña formando una nube pastosa. Miles de gusanos se revuelcan en el piso, intentando cruzar la habitación. Mientras, siguen reproduciéndose y el moho cubre de verde cada centímetro de las paredes y la luna parece estar fija en la ventana. El hombre suspira.

Los gusanos se detienen, también la araña, los microorganismos del moho, la luna. Todos observan al hombre.


Con un crujido, la cabeza se desprende de los restos del cuello y rueda esparciendo su cabellera gris sobre la masa de gusanos aglutinados.


Nadie hace preguntas. Todo vuelve a la frenética actividad.