¿Cómo no? ¿Cómo no? Si no queda más que andar divagando para encausarse en la vida. Si ha llegado la materia a límites tan insospechados, que si no se le hace frente a fuerza de ideas nos tapa los poros y nos mata. No vio ya que los señaladores dicen que el miedo no es más que todas las mentiras que inventamos para ahuyentar los sueños y así no pensar siquiera en realizarlos.
No señor, no puedo dejar de divagar. Imaginar se ha vuelto imprescindible para revestir esta realidad relativa. Así, los tomates me han dado más de una alegría, ni hablar de las nubes y de los saltamontes. Es más, si usted fuera capaz de ver lo que yo veo, andaría divagando a los cuatro vientos, en las cuatro esquinas.
Creo que es hora de que se percate de que las mariposas vuelan escribiendo nombres propios; que las gotas que caen de los aires acondicionados apuntan a propósito a la frente o al escote. Usted, que se asombra ante la tecnología digital y la robótica, y yo le digo que una hormiga no entra ni en mil quinientos giga bites por mas que intente. Mírela si no, tan autoprogramada, tan sin batería recargable. Y ni me hable de los rascacielos de Dubai, que si a la tierra se le place sacudirse las pulgas no queda ni una ventana en su lugar.
Hágame el favor, déje de andar imponiendo su palabrería legal, que cualquier día de estos los códigos lo van a agarrar a cachetazos y las leyes lo van a señalar con el dedo, y ahí lo quiero ver. Va a quedar mirando las manchas de la pared y viendo monstruos; tomando la pastillita de la paz para poder apagar las sombras de su pieza. Mejor empiece a divagar desde ahora, que a lo sumo del cajón de la mesa de luz le saltará un gnomo, o un enano, pero nunca un revólver con una bala tatuada con su nombre.
Creo que es hora de que se percate de que las mariposas vuelan escribiendo nombres propios; que las gotas que caen de los aires acondicionados apuntan a propósito a la frente o al escote. Usted, que se asombra ante la tecnología digital y la robótica, y yo le digo que una hormiga no entra ni en mil quinientos giga bites por mas que intente. Mírela si no, tan autoprogramada, tan sin batería recargable. Y ni me hable de los rascacielos de Dubai, que si a la tierra se le place sacudirse las pulgas no queda ni una ventana en su lugar.
Hágame el favor, déje de andar imponiendo su palabrería legal, que cualquier día de estos los códigos lo van a agarrar a cachetazos y las leyes lo van a señalar con el dedo, y ahí lo quiero ver. Va a quedar mirando las manchas de la pared y viendo monstruos; tomando la pastillita de la paz para poder apagar las sombras de su pieza. Mejor empiece a divagar desde ahora, que a lo sumo del cajón de la mesa de luz le saltará un gnomo, o un enano, pero nunca un revólver con una bala tatuada con su nombre.