domingo, 16 de mayo de 2010

Siéntate a esperar...

Un hombre se sentó a la vera del río esperando ver pasar el cadáver de su enemigo. El primer día pasó nadando una mula, sobre su lomo viajaba un mono con sombrero de pana. El mono lo saludó, pero como no había pasado el cadáver de su enemigo, el hombre se disgustó. El segundo día pasó una caravana de flamencos, cada uno con un cascabel colgado al cuello. El sonido envolvió al hombre, pero como no había pasado el cadáver de su enemigo, él se entristeció. El tercer día, una barca cargada de cortesanas vestidas de seda, se acercó a la costa y lo invitó a subir, pero como aún no pasaba el cadáver de su enemigo el hombre se negó.
Los días se sucedieron y él esperó y esperó. Estaba cada vez más disgustado y triste. Muchas cosas pasaron por el río y él las ignoró, hasta que un día, ya viejo y cansado, se dio cuenta de que había desperdiciado su vida en la espera. Fue tal su amargura que se zambulló en el río y se ahogó.
Unos kilómetros más adelante, su enemigo llegaba a la orilla después de haber dado la vuelta al mundo, cansado y feliz. Mientras se sacaba las botas y metía los pies en el agua, vio pasar un cadáver flotando boca arriba. No lo reconoció.


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