En los más tiernos años de mi niñez me fue informado que usted se presentaría ante mí en los años venideros y que, siendo poseedor de admirables virtudes, estaría dispuesto a realizar las más osadas hazañas en pos de ganar mi corazón. Hecho esto, compartiríamos el resto de nuestras vidas comiendo perdices y disfrutando de sus riquezas.
El inconveniente que quiero hacerle saber surge en este punto, ya que el comienzo de la relación debería haberse producido, estimo, hace algunos años.
En un principio he esperado encontrarlo a la vuelta de la esquina, lo que me generó una molesta taquicardia que aún hoy perdura. Después, ante su demora, comencé a confundirlo con hombres de los alrededores que no sólo no cumplían con sus condiciones económicas, sino que han osado hacerme sufrir. No se preocupe que igualmente, de ellos sólo me han quedado el sinsabor y algunos muebles.
Lo importante es que, aunque nunca supe la fecha exacta de nuestro ansiado encuentro, es de suma urgencia que se produzca a la brevedad. La larga espera comienza a producir efectos adversos en mi persona, como alteraciones cíclicas del humor, desordenes de peso y síndrome del ceño fruncido, entre otras.
Si el motivo de su retraso es la conquista de riqueza, la obtención de títulos nobiliarios, o de otro tipo, considero que ya ha pasado el tiempo suficiente para que concluya esos emprendimientos. He conseguido trabajo y, sin ánimo de ofenderlo, a estas alturas no me preocuparía ganar más que usted.
Sepa que me urge obtener alguna prueba de su existencia para poder enfrentar a aquellos que se empeñan en decirme que ya no quedan caballeros dispuestos a luchar por el amor de una damisela, e insinúan que si sigo esperándolo, ya no pasará ninguna carroza dispuesta a transportarme.
Por último, debo ponerlo en conocimiento de que su demora ha hecho nacer un pernicioso pensamiento que aparece de forma recurrente en mí mente. Un pensamiento que proclama a viva voz que en realidad usted no existe, que me han mentido, que ha sido todo un cuento.
A la espera de un cercano encuentro,
Con amor acondicionado
La Princesa
Me gustó. Sí, tenés razón, es un cuento.Debo confesarte, que en mi último poema afirmo todo lo contrario. ¡JA!
ResponderEliminarSoy tan feliz sabiendo que no existe!
ResponderEliminarQué lindo lo contaste Ana.
Beso
jajaja que excelente carta!!! yo no le escribí pero creo que todavía guardo esperanzas de encontrarlo!!! me gustó mucho este escrito...y la verdad que aunque mas no sea, si no llega el principe azul que venga alguno medio desteñido¿? saludos y hasta prontito
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