jueves, 1 de octubre de 2020

Las señoras de arriba



Seguro que las viste, son esas señoras gordas que van vestidas de gris y blanco, que pasean en manada, panza arriba, como si estuvieran haciendo la plancha. 
Casi siempre andan por el cielo, pero algunas son curiosas y se agachan para ver que está pasando abajo, cerca de la tierra. Cuando bajan no hay quien las pare, se cuelan por los rincones, tapan los carteles, esconden las puntas de los edificios, y a veces no te dejan ver ni lo que hay en la vereda de enfrente.
Pero no lo hacen de malas, de metidas nomás. Si son tan buenas que si te quedás mirándolas un rato te regalan conejos, ositos de peluche, monstruos de nieve y, a veces, hasta pochoclos gigantes. 
¿Sabías que antes de salir a dar una vuelta gastan fortunas en la peluquería para hacerse los ruleros? Son muy coquetas, y además pasan horas tostándose al sol. Pero cuando el viento las despeina ahí agarrate, se ponen negras de la bronca. Seguro que alguna vez las escuchaste gritar. Sus voces de trueno dan miedo. Lo peor es que después del griterío, se quedan un rato en silencio, toman aire y de repente, se largan todas juntas a llorar. Ahí no queda otra que abrir los paraguas, suspender los picnics y sacar la ropa de la soga. 
Así que la próxima vez que las veas acordate de pedirles un osito o un conejo, y si están muy despeinadas, mejor metete abajo de un toldo. 


Acá con audio




 

jueves, 12 de enero de 2012

Poker de Magos

Superproducción que hicimos con Kevin Guido Spano y Yaco Cancellieri.

El guión fue escrito verbalmente en el momento y el sol hizo la puesta de luces.

Fue re divertido!


viernes, 2 de diciembre de 2011

Cielo

El primer corto que hice para la facultad






¿para donde vas a saltar?

Gracias a mis compañeros y amigos que me ayudaron!!

sábado, 7 de mayo de 2011

Buenas Noticias

El río le inundó la cabeza de peces y de ahogados. Sus ojos de colores lloraron como nunca. El encuentro llegaba a su fin. Quiso esconderse en una tetera de loza, en una perla, en una mandarina. Pero no pudo. Sólo llegó a cubrirse la cabeza con una iglesia. Se arrodilló con los pies en alto dejando su autoestima sin cara y sin violetas.
Apoyada en la mesa intentó desatornillar los remolinos, pero las caras giraban... y las cabezas... y los gatos.
Se iluminaron sus llagas, su boca latió. El deleite quemó los sellos, hirvió en almíbar los labios y las lenguas. Un solo portazo chupó aquel encuentro y con la boca abierta le arrancó los cierres de la piel.
Y así fue, la fiesta de siempre. Las amatistas prendidas de los árboles, las moscas de terciopelo, el hambre amarilla, la sed ultravioleta. Hasta que la sangre desgarró el manto y sus entrañas transpiraron color índigo.

martes, 4 de enero de 2011

Por esa mitad

¿Que probabilidades hay de sacar una
tarjeta del Pictionary y que justo
sea la tarjeta de categorías
que se coló entre las otras?


Yo no creo en eso de la media naranja. Todos dicen que el secreto para ser feliz es encontrarla, pero a mi no me gusta que me falte una mitad. Detesto andar así, dividida, con las semillas al aire, mostrando los gajos. Me frustra que digan que sólo hay una mitad justa para cada uno.
Para empezar hay tantas personas en el mundo que las estadísticas ya desmotivan. Localizar la otra mitad sería como pescar un lente de contacto en la pileta del club, o encontrar un poroto en un pelotero.

¿Y que pasaría si justo mi media naranja hubiera nacido en China? Mil millones de réplicas. ¿Y yo voy a andar preguntando uno por uno? Y ni hablar si viviera en la Antártida o en un oasis en el medio del Sahara. Que fuera de acá, de Buenos Aires, sería casi un milagro. Eso sin contar que algunos idealizan tanto a la otra mitad, que al final nadie tiene el color justo, la jugosidad necesaria o la mejor semilla. Y que otros tienen tal desesperación por encontrar a esa otra mitad que, aunque las diferencias salten a la vista, son capaces de enamorarse de
medio tomate y pintarlo de amarillo.
Y encima en el fondo, a muchos les da miedo encontrar la media naranja, porque parece que cuando se la encuentra todo se vuelve muy formal. Hay que prometer quedársela para toda la vida, cuidarla aunque se pudra, quererla para siempre. ¿Si después con el tiempo la otra mitad se pone agria y se convierte en medio limón? ¿Y si engordo tanto que me vuelvo media sandía?

Al final todo es relativo, después de un tiempo a las medias naranjas les dan ganas de buscar medias manzanas, a las medias manzanas se les da por las peras y así no hay fruta que aguante.
Entonces, ¿por qué tanta necesidad de buscar? ¿Por qué siempre nos tiene que faltar algo? Cinco pal peso, caramelos del frasco, medias naranjas. ¿No es mejor andar enteros por la vida? No tener que esforzarse por encajar en la mitad de nadie, ni depender de que ocurra un milagro para ser feliz.
Creo que si no anduviéramos tan obsesionados con la búsqueda, si no pesaran tanto las expectativas, si no sintiéramos la falta de toda una mitad, sería más fácil encontrarse con los demás. Y entonces cuando nos cruzáramos con un melón o una nuez seríamos capaces de quererlos igual, así como son, para siempre o por un rato, no importa. Y si justo apareciera otra naranja, entera, jugosa, justo justo de nuestro mismo color, podríamos andar de la mano con ella más que contentos, sin miedo a perderla. Sin temor a quedar partidos de nuevo. Y ahí sí que podríamos sacarle el jugo a cada momento sin tener que exprimirnos la cabeza.

Y quién sabe un día nos despertaríamos convertidos en pasas de uva. Y nos daríamos cuenta que todavía estamos juntos.



viernes, 26 de noviembre de 2010

Resabio

Cuenta una leyenda popular que en una caja de seguridad de un banco ubicado en Santa Fe y Coronel Díaz, había guardada una maquina capaz de convertir los sueños en polvo. Al parecer su efecto era tan devastador que meses después que su dueño la retirara, el personal de limpieza aun sacaba a la calle bolsas llenas de restos de sueños de los empleados. Dicen que algunos de ellos enloquecieron y que por eso el banco tuvo que mudar la sucursal.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Revivir















A punto de asesinar al reflejo de su espejo, prefirió renunciar y presentársele a la muerte dignamente.

Cantando el himno a la alegría se desvistió, hizo un bollo con su sotana de juez ignorante y arriba acomodó sus valores morales. Guardó todo con cuidado en una valija de viaje y dando un saltito de fe la revoleó por la ventana. Se sacó de los bolsillos los defectos y las virtudes. Los estrelló contra las paredes y barrió los restos hasta que no quedó la más mínima partícula de ego.
De un portazo clausuró los laberintos de su mente. Agarró a patadas los tableros, los esquemas y sobre todo, los relojes. Se clavó en el pecho una bandera blanca y tiró todas las toallas. En la pileta de la cocina ahogó uno a uno los mandatos familiares. Y después de haber descuartizado a sus obligaciones sociales, corrió hasta el ministerio más cercano y se declaró en huelga de pensamientos. Desnutrido de deseos, rechazó los sacramentos y dejó de caminar entre el cielo y el infierno.
En medio del velorio de la imagen de si mismo, le sacó los ojos a la mirada de los otros y salió a reventarlos contra los portones de las escuelas y los campanarios de las iglesias. Con los restos de lazos y ataduras tiró abajo a los ídolos y sus pedestales, desoyó sus concejos y les rompió las promesas.
Recostado a la sombra de algún antro, claudicó a los viejos buenos hábitos. Dejó los usos, renunció a las costumbres. Sin siquiera un remordimiento del tamaño de una moneda, deshonró a la jurisprudencia y a las anécdotas.
Y cuando sólo le quedó nada, cuando fue un completo nadie, se abrazó con la muerte y respiró

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El trámite

- Buenas tardes señorita. Acá estoy de nuevo. Ya tengo los papeles, certificado de defunción, fotografía del cuerpo con rigor mortis…
- ¿Ya los hizo sellar por el departamento de partidas?
- Si si, hice el curso también. Acá esta el comprobante.
- ¿Saldó usted todas las deudas?
- Me llevó mucho tiempo pero si. Aquí tengo el recibo donde consta que el saldo está en cero.
- Muy bien, lo felicito. Ahora tenemos que llenar la solicitud de ingreso.
- Discúlpeme querida, venimos de un accidente. ¿Nos podrá atender a nosotros primero? Es una urgencia.
- ¿Ya pasaron por el departamento de partidas?
- No, vinimos directamente.
- Primero deben pasar por el departamento de partidas para que les expliquen el procedimiento.
- ¡Pero querida! Mire como estamos. Fue un accidente horrible. ¡Tenga un poco de consideración!
- Señora, usted tenga consideración. Yo llevo un mes entero haciendo trámites y ahora viene a demorar a la señorita que al fin está llenando mi solicitud.
- Ah pero que desubicado. ¿Usted sabe quien fui yo?
- No tengo idea y ni me interesa. Sé que ahora es una maleducada.
- Calma, calma. Señora es imposible que el señor Pedro le haga la entrevista directamente. Tiene que hacer el curso de bienvenida a este lado, le tienen que sellar los papeles y debe presentar el libredeuda.
- Mi conducta ha sido impecable. Yo no tengo ninguna deuda y mi chiquito menos. Mírelo. ¿No ve que es un angelito?
- Mamá, mirá. ¡Puedo volar!
- ¡Quedate quieto! Los pies en el piso como corresponde, eh, que no sos un globo.
- Señora le pido por favor que vaya al otro edificio. No me obligue a llamar a seguridad.
- Mamá, vamos, vamos, vamos, que los de seguridad me dan miedo.
- ¡Qué falta de respeto! Hacerle esto a una devota como yo. Días y días rezando para que me traten así. No se puede creer. Me voy, pero no va a tardar en llegarle mi queja.
- Adiós señora, un gusto conocerla eh. Ahora linda ¿Podemos terminar de llenar mi solicitud?
- Que cansancio. Bueno, ahora me tiene que contestar una pregunta. Cuándo estaba vivo ¿Usted disfrutaba de lo que hacía?

martes, 9 de noviembre de 2010

Diván

así recuerdo mi proceso de terapia...

Ohh = horror

Uhh = Tristeza - preocupación

Bah = resignación - aceptación

Ahh = alivio

Fuego olímpico

Jhon corría llevando la antorcha en su mano derecha. Las luces del estadio repleto lo enfocaban directamente. La pantalla gigante lo reproducía hasta el más mínimo detalle. Él se sintió importante una vez más, le había pasado varias veces pero ésta no era menor. Era el primer portador de la antorcha olímpica de los juegos de ese año. Sintió la oleada de aplausos, las ovaciones. Sonrió al recordar a su padre que lo alentaba a superarse cuando era chico y sacaba malas calificaciones en gimnasia.
El padre lo miraba a través del televisor. Le hubiera gustado estar presente en la ceremonia pero el viaje era demasiado caro hasta esa ciudad al otro lado del mundo. No pudo evitar que se le escaparan un par de lágrimas de orgullo. Se estaba poniendo viejo; viejo y sentimental. Cuando terminó de sonarse la nariz, la antorcha ya estaba en manos de Chong.
Chong corrió con paso firme, moviendo los músculos exactos. Se concentró en aislar el ruido del exterior como le habían enseñado. En ese momento sólo existían ella y la antorcha, eran uno. No sintió el viento frío que soplaba de frente, ni se percató de los flashes de los fotógrafos.
Entre los fotógrafos estaba Pierre. Realizaba cálculos para captar las tomas correctas. Calculaba velocidad de obturación versus apertura del diafragma. Medía luces y sombras. Sus dedos se deslizaban por la cámara digital con una agilidad increíble. Las imágenes se iban dibujando en sus retinas sucesivamente mientras giraba el objetivo de casi dos kilos de peso, siguiendo a la llama. En la foto número trescientos veintitrés ya aparecía el tercer portador.
El tercer portador era José y caminaba en vez de correr. Había llegado tarde y no había podido hacer sus ejercicios de relajación, esos que hacía cuando tenía por delante una tarea que lo ponía nervioso. Y ese día se le había cruzado por la cabeza que la antorcha se iba a apagar cuando él la llevara. Pensó que si no corría habría menos viento y la ceremonia continuaría sin inconvenientes.
No pensaba así Ivan, el coordinador general del evento. La demora que generaba que uno de los portadores fuera caminando no estaba prevista. Todo, hasta los fuegos artificiales, estaban cronometrados al segundo. Con impaciencia siguió dando órdenes por handy hasta que, mientras golpeaba su reloj con el dedo, vio cómo la antorcha era entregada a Emma.
Emma recibió la antorcha y se irguió en una postura desafiante. Tenía plena conciencia de que el mundo la estaba observando. Ella no podía defraudarlos, nunca lo había hecho. Mientras corría observó su primer plano en la pantalla gigante. Sonrió. Sus dientes perfectos resplandecieron. Su piel perfecta hacía juego con el equipo de gimnasia perfecto que había elegido para la ocasión. Pensó en el público que la ovacionaba y saludó con la mano libre. Sintió que todos la amaban.
Pero Ahmed, sentado en la fila treinta y dos de la platea central del estadio, no la amaba. Ni siquiera llegó a verla porque cuando ella tomó la antorcha, la hamburguesa que él estaba comiendo, resbaló sobre su túnica y le dejó una mancha roja dibujada en el pecho. Cuando terminó de gritar su odio, y de desparramar aún mas el ketchup con una servilleta, Ahmed levantó la cabeza pero la antorcha ya estaba en manos de David.
David corrió con paso calmo pero constante. Miró el mango de la antorcha y pensó que hubieras sido mejor si estuviera hecho de madera; pensó que cada vez menos cosas se hacían de madera. Cuando llegó a la escalinata empezó a contar los escalones mientras subía. Se sintió tranquilo. Escuchó la música de la gran orquesta que se aceleraba hacia la culminación. Pensó en tomar clases de violín. Estiró el brazo con el que sostenía la antorcha. La llama hizo contacto con el gran espiral metálico que reposaba en la oscuridad. La imagen del fuego ocupó toda la pantalla del estadio.
El fuego corrió por la estructura absorbiendo gran cantidad de oxígeno a su paso, se sacudió con el viento, desbordó levemente por los costados y entre chispas volvió a su lugar. La orquesta llegó al punto máximo de su capacidad. La multitud del estadio aplaudió con fervor. En sus casas, los telespectadores festejaron. Los juegos olímpicos se declararon abiertos. El fuego no pensó en nada.