
jueves, 4 de noviembre de 2010
Destello

lunes, 1 de noviembre de 2010
Vaivén

sábado, 30 de octubre de 2010
Florecer

José no sabía que se llamaba así por el marido de María, pintado en la pared de una iglesia que sus padres visitaron poco antes de su nacimiento, ni que esa visita había sucedido hacía solo treinta y cinco años. Tampoco sabía sobre Jesús, ni sobre el cielo o el infierno. Lo que José sí sabía era hacer queso de cabra, diferenciar una vicuña de una llama y sentir en el aire que se acercaba la época donde florecían los cactus.
Aunque José alcanzaba a ver una lagartija escurrirse a más de veinte metros de distancia, las arrugas que se le amuchaban alrededor de los ojos hacían parecer que siempre esforzaba la vista. El sol del altiplano había ajado su cara, convirtiéndola en una especie de totem, de figura añeja hecha de barro. La gente de la ciudad al verlo, lo habría tomado por un viejo, pero a él no le habría importado. Para José, que nunca tuvo un reloj o un calendario, el tiempo pasaba con el sol que subía y bajaba, con las montañas y sus animales.
Sentado a la sombra, con la espalda apoyada en una pared de barro y piedra, espantó un moscardón que volaba cerca. Esos bichos eran muy molestos, invadían su intimidad solitaria y le dejaban ronchas que picaban por varios días. Lo distraían de la contemplación de los montes y las cabras. Eran los únicos que podían ponerlo de mal humor. Pero no le duraba mucho. Le alcanzaba con mirar la belleza tranquila de un cactus en flor o pensar en los quesos que guardaba en la pieza, para ponerse contento otra vez.
Su rancho era el único techo que había en kilómetros a la redonda; José no conocía el significado de un kilómetro a la redonda. Por eso, cuando pensó que pronto debía ir al pueblo, midió su viaje en cuatro noches heladas y tres días de sol que arderían en la piel. Se puso contento. Su sonrisa dejó ver que le faltaban algunos dientes. Cada dos o tres meses hacía ese viaje para ver a la buena gente del pueblo y cambiar sus quesos por otras cosas. Pensó en los lujos que se daría esta vez: comer algunas empanadas, tomar un poco de vino. Se sintió feliz. La gente decía que José era un hombre extraño. Nadie podía aceptar que nunca se preguntara cual era el sentido de la vida...
viernes, 29 de octubre de 2010
Regalo de los dioses
Su interior crema exuda agua. Su cuerpo huele a lo sutil y cotidiano; sabe a ella misma, a ninguna otra.
Vestida de tierra, de piel, de papel aluminio. Florecida, pelada, pasada, podrida. Tan común y sin embargo tan ecléctica y polifacética. Sólida y leve, fuerte y esponjosa. Servida simple, sosa o ensalsada. Cortada en pedazos, entera o aplastada. Hervida, frita, quemada en la hoguera y renacida.
Universal, no distingue razas ni credos, no milita ni profesa. Querida por los ricos, amada por los pobres. Famosa y humilde; socialista y gourmet. Compañera de todo, enemiga de nada.
Creada por los dioses. Perfecta.

jueves, 2 de septiembre de 2010
Monstruos con boleto
Quizás necesitan cariño, contacto físico, por eso buscan meterse bajo los sobacos de otra gente. Quizás no encuentran su lugar en el mundo o tienen una errónea percepción del tiempo y del espacio
Los otros piensan en la impunidad. Y mientras, se van acostumbrando a la idea de compartir un trozo de vida con estos especímenes, que se quedaran sólo hasta ver una nueva luz, un nuevo resquicio, para adentrarse a los codazos, a joder a otros, más atrás.
jueves, 8 de julio de 2010
Efímeras
Yo las extraño como a los cuentos de la infancia, pero dudo de sus recuerdos cada vez que parpadeo. Será que las encuentro siempre lejos. O que ellas me encuentran, traicioneras, para inmolarse contra el viento apenas dejo de mirarlas.

lunes, 5 de octubre de 2009
Irse...
La puerta. El cuadradito de adelante. Las baldosas de granito. Mis Kickers azules. Las medias tres cuartos. La vereda. El contorno de cientos de rayuelas. El árbol y la sombra de los chicos colgando como monos. Los cables de luz. El cielo. Las bolsas de basura rotas por los gatos. Algo de mugre que vuela con el viento. El asfalto. Fútbol de nenas contra varones. Un torino marrón pintado de blanco: Siempre estuvo ahí. Los que llegan en remis dicen: ahí, adelante del torino.
La esquina. El sauce llorón que se fue un día y el pino que cuida un nido de calandrias. El cartel. La placita. La pared manchada que supo tener montañas y castillos pintados por todos los vecinos. El sube y baja. El tobogán. La virgencita que huyó cuando el gauchito gil le robó su altar. El piso de conchilla. Mis Topper azules. Se empieza a hacer tarde. La vereda. El olor de la curtiembre a la mañana. La sodería. El dueño que andaba con la de enfrente. El escándalo y el chusmerío. La reja. El pastor alemán, ese mismo que mató a Felipe el perrito de mamá. La vereda. El asfalto. Un auto cada media hora. Cruzar. El almacén de Machuca. Lo de
Hay que apurarse. El portón verde del taller. Un auto con el capot abierto y la cabeza pelada de Mariano que sobresale; y su panza, que también sobresale. Los postes de luz. La casa de los gatos. Un hombre retardado que solo transcurre. Las palabras in entendibles del hombre retardado. Olor a azares. La carpintería. El aserrín que corre por el piso y el arte del piropo grosero a disposición de los muchachos. La avenida Belgrano. Muchos más autos cada media hora. Doblar la esquina. El Barilari Club Social y Deportivo. Los bailes de carnaval. Guerras de espumita del Rey Momo. Los quince. El semáforo. La esquina de la inmobiliaria y el primer beso. El temor a que alguien viera; el horror a que contara. La vereda. El asfalto. Cruzar con cuidado. Doblar por Boulevard. Los pasos apurados. Ruido de autos que pasan. Duplex recién construidos. Veredas de baldosas grandes. Pocos árboles. El paseo de compras que sólo tiene dos locales. La casa de Lotería. La tienda. La parrilla con el tanque en la vereda. El humo y el olor a asado. Las veredas rotas. Mis zapatos de taco alto y la ropa de oficina. Apurarse. La casa del plomero. El hijo del plomero. Sus ojos verdes. Su sonrisa. Casi veinte años de desencuentros y un amor perdido entre las no coincidencias del tiempo. Suspirar. Seguir. Pasa el tiempo, se hace tarde. El bar de la esquina. La avenida Mitre y sus bulevares. Cruzar prestando atención. Las medialunas del abuelo. La parada del colectivo. El colectivo que viene. Subir los escalones. Mis zapatos de viaje. Sacar boleto.
El colectivo que se va; yo que un poco me quedo.