viernes, 10 de julio de 2009

Mi pobre percepción

Junté valor, buena predisposición y decidí sentarme a leer un poema.
Me concentré en abrir mi mente y dejar que fluyan las palabras, que su melodía me envuelva. De repente, el poema terminó.
Perpleja, deduje sagazmente que no había entendido un pomo.
Al principio no supe que hacer y di vuelta la hoja en busca de una segunda parte, un apéndice o algo que me diera una pista sobre hacia donde iba el contenido de la composición. No había nada más, me sentí estafada.
Llena de indignación me dije a mi misma que no es arte algo que nadie entiende (que yo no entiendo), y lo que es más, declaré que el poema era una mierda.
Después, aún incrédula, pensé que tenía que haber algún significado oculto que se me estaba escapando. Agudicé la vista y emprendí la lectura nuevamente.
Ya en la segunda estrofa perdí el hilo. Traté de esforzarme más por ver imágenes escondidas entre las palabras. Creo que de alguna forma funcionó.
Entre líneas logré ver a un autor que con un Whisky en la mano, se cagaba de risa de mi cara de concentración, jactándose de haber publicado, y vendido, un libro repleto de armoniosas pelotudeces.
Me convencí a mi misma de que no podía ser, que era un texto recomendado por conocedores, y seguí con la cuarta estrofa.
Intuí que hablaba del amor, y en el trasluz del papel se apareció la cara iracunda de una loca, que escribía el poema mientras me miraba indignada ante mi escasa percepción de su dolor incoherente y desordenado. Sospeché que a su criterio el mundo estaba mal, y yo era parte de la masa de imbéciles que no se daban cuenta de nada.
Pero no me dejé convencer, y seguí con la esperanza de ver más allá. De encontrar una luz en la quinta estrofa. Y la encontré, venía del porro de otro autor, un tipo de rastas, que me miraba desde el otro lado de la hoja, pero no me veía. Intuí que a él poco le importaba si yo entendía o si usaba su poema para hacer un avioncito.
Me di una última oportunidad de llegar hasta el final. Pero seguí sin entender.
Puse en tela de juicio mi inteligencia y tuve que dudar, una vez más, sobre si el arte es arte para cada uno, o si es algo universal.
Y maldije a todos los poetas en nombre del autor, el que fuera.

Hasta que un día, frente al monitor de la PC, terminé de escribir mi propio poema. El reflejo de la pantalla brilló como un espejo, y recién ahí entendí…
Que me cago en los finales abiertos y las libres interpretaciones por más poéticas que sean.

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